En referencia al 7 de noviembre, «Día del Periodista Deportivo», con un día de demora…

Ninguneados, bastardeados y subestimados, los periodistas deportivos siempre fuimos los «analfabetos» de la profesión, «termos» que tenemos por cabeza una pelota (del deporte que sea) y por lo tanto, jamás sujetos de respeto entre los colegas, la mayoría de los cuales ni siquiera nos consideran como pares, al esgrimir que nuestra formación es inferior y nuestro título de grado un diploma menor, al que cualquiera puede acceder sin demasiado esfuerzo.

Intimidados y amenazados por los poderes del ambiente, que suelen tener mucho menos «protocolo» que los aprietes de otros sectores de la sociedad.

Juzgados y prejuzgados por muchos de lo protagonistas de los diversos deportes, que responden al llamado cuando se los destaca y te dan la espalda cuando se los critica (con acierto o error, pero parte indisoluble de la profesión), ganás enemigos conocidos y desconocidos, con cada opinión.

Jamás reconocidos por nadie, y muchas veces insultados en todos los idiomas conocidos, máxime en una época digital, en la que nos han hecho creer, que la información real pasa por las redes sociales, en manos de cualquier anónimo (interesado o por hobby) y nosotros, los profesionales, unos «ensobrados» que siempre nos vendemos al mejor postor.

Mal pagos y peor considerados, el 90 por ciento vive como puede y el 10 por ciento restante vive mejor que todos ellos juntos, con varios de los «sobres» que nos endilgan por igual (me pregunto, quién se quedará todos los meses con el mío?…).

Despreciados por los colegas, intimidados por el poder, a merced del humor de los protagonistas y del esceptismo del público, porque en definitiva de fútbol habla cualquiera y no hace falta un título para opinar con propiedad (o no)…, volvería a elegir una y mil veces esta profesión, que te caga de hambre y te hace pasar momentos de mierda.

Seré un masoquista. Pero con auténtica vocación de Periodista Deportivo.